"Una Habitación propia" (A Room of One's Own) de Virginia Woolf.

Virginia Woolf desenvolvió prontamente, antes de su
matrimonio, una tendencia a la depresión y la enfermedad mental, que recientes
estudios han diagnosticado como trastorno bipolar. Sus intentos de suicidio fueron
constantes, consiguiendo acabar con su vida en 1941, a los 59 años.
A sus problemas mentales se le han atribuido
numerosas causas ya desde su más tierna infancia. No obstante y pudiendo
adolecer de excesivamente poético, yo estoy de acuerdo con la tesis de que una
mujer con la extraordinaria sensibilidad de Woolf no podía seguir viviendo en
un mundo tan cruel y despiadado que ella, a través de sus novelas y ensayos,
había insistido tanto en cambiar. Sus ideas eran demasiado innovadoras para la
sociedad a la que le tocó pertenecer y sus demonios internos no eran más que
ecos de las truculencias que la rodeaban. El miedo de volver a revivir sus
terribles depresiones la llevaron al suicidio. Su marido se culpó por ello,
pero no habría podido evitar influir en las decisiones de una mujer tan adelantada
a su tiempo.
Los principios e ideales de Virginia Woolf quedaron
ampliamente plasmados en sus escritos, especialmente en el ensayo “Una
habitación propia”, publicado en 1929, basado en dos conferencias pronunciadas por ella misma en
1928, en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton, y posteriormente
ampliadas para esta obra.
Lo que inicialmente se concibió como una ponencia
para arrojar luz sobre el tema “la mujer y la novela” se convirtió en una genialidad
literaria plagada de mordacidad y fina ironía que seguro no dejó indiferente a
los presentes en la sala. Su comienzo ya nos da idea de lo atípico de la
exposición: “Pero, me diréis, le hemos
pedido que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con
una habitación propia? Intentaré explicarme”.
El discurso comienza con la propia Virginia hablando
en primera persona pero, advirtiéndonos de antemano: “’yo’ no es más que un término práctico que se refiere a alguien sin existencia
real” y, por si no fuera poco: “me
hallaba yo, pues (llamadme Mary Breton, Mary Seton, Mary Carmichael o cualquier
nombre que os guste, no tiene la menor importancia)”. La idea es clara, los
problemas de la mujer son de la mujer, ella como sujeto en todo su significado, sin
personalizar. Pocos alegatos feministas pueden ser más claros y mordaces.
A lo largo de las líneas que siguen, Woolf expone
sus reflexiones sin miramientos, con franqueza: la literatura, al igual que el
resto de cosas importantes, es un mundo dominado por la visión reduccionista de
los hombres. En este sentido hay una frase muy esclarecedora de la autora en el
ensayo: “Las mujeres
han servido todos estos siglos de espejos que poseían el poder mágico y
delicioso de reflejar la figura de un hombre el doble de su tamaño natural”.
La mujer ha de hacer frente a difíciles obstáculos
para dedicarse a la literatura, y en esto ella misma nos da la solución: las
mujeres deben poder tener una habitación propia para escribir, lo cual no
significa más (ni menos) que gozar de una independencia económica, pero
también, y quizás más importante, personal.
No voy a alargarme más, ni debo, pues mi
percepción de la obra jamás podría ser explicada con la maestría que merece y,
además, sus palabras tienen mucho de subjetivo, por lo que debe ser leída y
minuciosamente meditada por cada cual. Sí me gustaría finalizar la reseña con
una de las frases más famosas de “Una habitación propia”: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer
a la libertad de mi mente”.Puntuación: 10/10 ⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐
📹Recomendaciones cinéfilas: "Las Horas" (2002), con Nicole Kidman interpretando a Virginia Woolf (papel que le valió un Oscar), Meryl Streep y Julianne Moore; "Orlando" (1992); "Señora Dalloway" (1997)
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