"Una Habitación propia" (A Room of One's Own) de Virginia Woolf.

Virginia Woolf nació en Londres, en 1882, en el seno de una familia acomodada que le permitió un crecimiento intelectual vedado a la mayoría de las mujeres que, junto a su espíritu luchador y combativo, fueron claves en el desarrollo de su carrera literaria. Su matrimonio con Leonard Woolf no le impidió continuar escribiendo, más aún, ambos se complementaron y convirtieron la literatura en su modo de vida, llegando a fundar una editorial de notable prestigio.
Virginia Woolf desenvolvió prontamente, antes de su matrimonio, una tendencia a la depresión y la enfermedad mental, que recientes estudios han diagnosticado como trastorno bipolar. Sus intentos de suicidio fueron constantes, consiguiendo acabar con su vida en 1941, a los 59 años.
A sus problemas mentales se le han atribuido numerosas causas ya desde su más tierna infancia. No obstante y pudiendo adolecer de excesivamente poético, yo estoy de acuerdo con la tesis de que una mujer con la extraordinaria sensibilidad de Woolf no podía seguir viviendo en un mundo tan cruel y despiadado que ella, a través de sus novelas y ensayos, había insistido tanto en cambiar. Sus ideas eran demasiado innovadoras para la sociedad a la que le tocó pertenecer y sus demonios internos no eran más que ecos de las truculencias que la rodeaban. El miedo de volver a revivir sus terribles depresiones la llevaron al suicidio. Su marido se culpó por ello, pero no habría podido evitar influir en las decisiones de una mujer tan adelantada a su tiempo.
Los principios e ideales de Virginia Woolf quedaron ampliamente plasmados en sus escritos, especialmente en el ensayo “Una habitación propia”, publicado en 1929, basado en dos conferencias pronunciadas por ella misma en 1928, en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton, y posteriormente ampliadas para esta obra.
Lo que inicialmente se concibió como una ponencia para arrojar luz sobre el tema “la mujer y la novela” se convirtió en una genialidad literaria plagada de mordacidad y fina ironía que seguro no dejó indiferente a los presentes en la sala. Su comienzo ya nos da idea de lo atípico de la exposición: “Pero, me diréis, le hemos pedido que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con una habitación propia? Intentaré explicarme”.
El discurso comienza con la propia Virginia hablando en primera persona pero, advirtiéndonos de antemano: “’yo’ no es más que un término práctico que se refiere a alguien sin existencia real” y, por si no fuera poco: “me hallaba yo, pues (llamadme Mary Breton, Mary Seton, Mary Carmichael o cualquier nombre que os guste, no tiene la menor importancia)”. La idea es clara, los problemas de la mujer son de la mujer, ella como sujeto en todo su significado, sin personalizar. Pocos alegatos feministas pueden ser más claros y mordaces.
A lo largo de las líneas que siguen, Woolf expone sus reflexiones sin miramientos, con franqueza: la literatura, al igual que el resto de cosas importantes, es un mundo dominado por la visión reduccionista de los hombres. En este sentido hay una frase muy esclarecedora de la autora en el ensayo: “Las mujeres han servido todos estos siglos de espejos que poseían el poder mágico y delicioso de reflejar la figura de un hombre el doble de su tamaño natural”.
La mujer ha de hacer frente a difíciles obstáculos para dedicarse a la literatura, y en esto ella misma nos da la solución: las mujeres deben poder tener una habitación propia para escribir, lo cual no significa más (ni menos) que gozar de una independencia económica, pero también, y quizás más importante, personal.
No voy a alargarme más, ni debo, pues mi percepción de la obra jamás podría ser explicada con la maestría que merece y, además, sus palabras tienen mucho de subjetivo, por lo que debe ser leída y minuciosamente meditada por cada cual. Sí me gustaría finalizar la reseña con una de las frases más famosas de “Una habitación propia”: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.

Puntuación: 10/10 ⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐

📹Recomendaciones cinéfilas: "Las Horas" (2002), con Nicole Kidman interpretando a Virginia Woolf (papel que le valió un Oscar), Meryl Streep y Julianne Moore; "Orlando" (1992); "Señora Dalloway" (1997)

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